¿Alguna vez te sentiste poco preparado para realizar una autopsia a campo? Yo sí. ¿Alguna vez dudaste de cuáles eran las muestras más adecuadas para enviar al laboratorio? Yo sí. ¿Y qué tal terminar una autopsia sin tener idea de cuál era el diagnóstico? Pffff… ¿Peor aún, sentirte obligado a dar un diagnóstico (y recomendaciones de qué hacer) sin tener en claro cuál era el problema? Horrible.
Corría el año 2.003 y yo era médico veterinario recién recibido. Mucho entusiasmo, muchos sueños, lleno de energía para comerme la cancha y triunfar en esta profesión que desde edad temprana sabía era MI profesión. Viernes a la tarde, suena el teléfono, llama un amigo veterinario recibido un año antes que yo (a esa altura, ya un referente para mi).
-¿Vamos a un campo a hacer una necropsia? Pregunta sabiendo de antemano cuál sería mi respuesta.
Llegamos al campo un rato antes del atardecer, pasamos a buscar al dueño del campo por la casa y, sin perder tiempo, nos fuimos hasta el lote donde estaban las dos vacas que se habían muerto. Una el día anterior, la segunda hacía unas 12 horas. Hacemos preguntas de rutina mientras nos poníamos los mamelucos, las botas de goma y afilábamos los cuchillos. El sol bajaba con rapidez, avisándonos que debíamos apurar el trámite.
Arrancamos la necropsia con gran entusiasmo. Yo voy de ayudante, hablando poco y nada, obedezco indicaciones. Mi amigo y referente, cuchillo en mano, procede. Corte pata delantera, corte pata trasera, refleja el cuero del tórax y abdomen, abre cavidad torácica y abdominal. La vaca huele muy mal, es verano y 12 horas de muerto es mucho.
Respiratorio, nada. Corazón, nada. Digestivo, nada. Hígado, nada. Urinario, nada.
-¿Te parece que el bazo está un poco agrandado?, dice con dudas mi amigo.
Pongo cara de inteligente pensante para impresionar al encargado.
-Creo que sí, respondo sin tener la más pálida idea.
Terminamos la necropsia.
El dueño, en silencio expectante, nos mira como diciendo “¿y muchachos? ¿cuál es el diagnóstico?”. Internamente siento un gran alivio por mi rol secundario de ayudante, sabiendo que no tengo que hablar. Además, confío que mi amigo, el referente, le dará la respuesta que necesita. Pasan varios incómodos segundos sin diálogo. Mientras, juntamos los órganos y herramientas desparramadas. El sol ya había cruzado la línea del horizonte hacía varios minutos.
En la oscuridad creciente, empiezo a notar que mi amigo está haciendo esfuerzo para elaborar su próxima oración. Lo conozco, sé que duda, pero me tranquiliza saber que siempre fue bueno para encontrarle la vuelta a las situaciones incómodas. Como aquella vez que le tuvo que explicar a su suegro por qué la castración de su gata había salido un “poco mal” y ahora la gata había parido un año después.
Aclarando su garganta, con la mirada en el piso, medio balbuceando, comienza:
– Bueno…. pueden ser varias cosas…
Prosiguió con la explicación teórica de los 3 o 4 posibles diagnósticos diferenciales que fué pensando mientras ordenábamos. Ante la falta de respuestas claras, la cara del encargado fue mutando de una expresión de “silencio expectante” a una de “qué verso me está metiendo”. Yo intentaba ocultar mi incertidumbre limpiando mis botas y ordenando la caja de necropsia una y otra vez. Por dentro me corría el conocido sentimiento de “trágame tierra”.
El dueño, un amable señor, nos despidió cordial y agradecidamente. Quedamos en que nos llamaba si se moría algún otro animal. Sabemos, por un colega amigo, que se murieron algunas vacas más. Pero nunca recibimos el segundo llamado. Nos fuimos sin diagnóstico. Sin las muestras adecuadas. Sin tener idea de lo que podía ser. No resolvimos el problema.
Por suerte para este buen hombre, hubo otro colega que se ocupó oportunamente y pudo llegar al diagnóstico. El problema de mortalidad se solucionó con un poco de manejo y una simple recomendación de vacunar los animales contra….. CARBUNCLO. Aunque finalmente ninguna persona enfermó, habíamos puesto en juego nuestras vidas y las de terceros. Sabíamos la técnica de necropsia. No sabíamos el método de diagnóstico. No sabíamos patología diagnóstica.
Era mi primer necropsia como profesional. Un papelón. Sentí vergüenza y una profunda preocupación. Me di cuenta que con ser buen pibe, tener entusiasmo, sueños y ganas de comerme la cancha no alcanzaba para triunfar en esta profesión. Fué una revelación. Ese momento me marcó profesionalmente. Para bien. Me dí cuenta que el camino recién comenzaba. Que para triunfar necesitaba más conocimiento y experiencia. Debía capacitarme.
Desde entonces, mi necesidad de aprender día a día nunca cesó. Fuí buscando oportunidades educativas y las cosas se fueron dando, con esfuerzo, poco a poco. En el largo camino pasaron cientos de necropsias con muchas dudas y, también, errores. Muchos errores!
He atravesado por todas las dificultades que tú probablemente encuentras en el diagnóstico a campo. Por muchos años he tenido pocos conocimientos y pocos recursos. La vida me regaló la oportunidad de aprender mucho. Con los mejores. Aprendí a superar las limitaciones que surgen por la falta de recursos materiales. Y quiero compartir mi experiencia con ustedes. Para que no tengas que cometer la cantidad de errores que cometí yo.
DIVEC surge para brindarte educación continua sobre diagnóstico veterinario a campo y ayudarte a brindar un mejor servicio. Para que ojalá no pases por lo que yo pasé con esa primer necropsia. Para que puedas responderte a tí mismo las preguntas de diagnóstico que yo me hice por muchos años. Para que puedas resolver la mayoría de los problemas de sanidad o mortalidad con confianza y eficiencia. Para que tengas las herramientas para mejorar tu negocio y el de tu cliente. Para que podamos mejorar la producción y el bienestar animal. Para mejorar nuestra profesión. Participarán profesores, investigadores, especialistas en diagnóstico veterinario y veterinarios rurales. De todo el mundo. Aprendamos. Juntos y entre todos.
¡Te invitamos a que te sumes a nuestra comunidad y dejes tus comentarios e inquietudes!
Estamos muy contentos de poder contar contigo. ¡Hasta nuestro próximo encuentro!
Saludos cordiales,
Santiago Diab
Artículo 01-2020